En el post anterior he explicado el funcionamiento del cerebro durante la exposición a películas de terror. En este analizaré que elementos cinematográficos fomentan un procesamiento mayor subcortical y qué tipo de películas nos aterran más según los datos analizados en la encuesta de  Instagram.

Miedo y Ansiedad

Stephen King, en el prólogo de una colección de historias, dijo a los lectores que cuando se va a la cama por la noche, todavía  «se esfuerza por estar seguro de que mis piernas están bajo las mantas después de que las luces se apagan». Ya no soy un niño, pero… No me gusta dormir con una pierna que sobresale… Lo que hay debajo de mi cama esperando para agarrar mi tobillo no es real. Lo sé, y también sé que si tengo cuidado de mantener mi pie bajo las sábanas, nunca será capaz de agarrar mi tobillo» (1978, 5-6).

King está bromeando, pero de todos modos, quien no ha cedido en algún momento a un temible y aparentemente irracional impulso del sistema límbico, una antigua y ansiosa voz desde los más profundos recovecos del cerebro que nos dice que evitemos un atajo a través de un cementerio después de que oscurezca o que mantengamos los pies dentro de la cama.

Esta anticipación a aquello que podría ocurrir comporta otra emoción negativa que evolucionó para protegernos de los daños, la ansiedad. La diferencia entre el miedo y la ansiedad radica en que el miedo es la respuesta adaptativa a una amenaza inmediata y  la ansiedad es la respuesta adaptativa a una amenaza distante, potencial o abstracta (Öhman, 2008). Es decir, el miedo y la ansiedad generan cambios fisiológicos similares pero comportamientos diferentes. El miedo nos preparar para luchar o huir, mientras que la ansiedad es una emoción orientada al futuro, se produce en respuesta a las anticipaciones de un posible peligro. Esto da lugar a sentimientos subjetivos de ansiedad, tensión, suspenso, temor o presagio que reflejan una preparación anticipada generalizada ante la posibilidad de un peligro potencial.

A nivel neurofisiológico, varios estudios recientes han demostrado que las amenazas espacio-temporales a distancia provocan actividad en la corteza prefrontal ventromedial, la corteza cingulada posterior, el hipocampo y la amígdala, que se asocian con un mecanismo cognitivo de temor que refleja la necesidad de un complejo procesamiento de la información y recuperación de la memoria para generar una respuesta adaptable y flexible. Por otra parte, una amenaza que es próxima en el espacio o el tiempo, provoca una respuesta reactiva de miedo de acción inmediata y de lucha o huida, y que provoca actividad en el gris periacueductal, la amígdala, el hipotálamo y la corteza cingulada media (Mobbs y otros, 2007; Qi y otros, 2018).

En las películas de terror, el componente de la ansiedad es básico en el espectador, la narrativa debe ir en la linea de ir generando ese estado para conseguir el propósito básico de asustar, incomodar o provocar miedo. Cuando un protagonista baja una escalera hacia al sótano, y el espectador tiene más información que él, suele estar pensando “no lo hagas, no bajes al sótano”…. Esa anticipación genera adentrase en la historia y sentir empatía hacia el personaje. El objetivo de la película es que el receptor sienta algún tipo de miedo, pero este proceso no es tan simple. El público debe sumergirse en la película, y para ello debe generar curiosidad y suspense.

Elementos cinematográficos que fomentan el miedo

Los humanos, con nuestra pobre visión nocturna, somos especialmente vulnerables a las emboscadas en la oscuridad, y las investigaciones han demostrado que la oscuridad aumenta la ansiedad. Esta es una respuesta adaptativa a una situación potencialmente peligrosa, debida a que la oscuridad hace que detectar una amenaza sea mucho más difícil. El reflejo de sobresalto– una reacción defensiva y automática- se ve potenciado por el miedo y los estados de aversión, un fenómeno conocido como «sobresalto potenciado por el miedo».

En un estudio (Grillon y Davis, 1997), los sujetos en un entorno oscuro reaccionaron más violentamente- con mayor sobresalto- a los estímulos acústicos aversivos (breves y fuertes ráfagas de ruido) que los sujetos en un entorno bien iluminado. Esto explica perfectamente los jump-scare que se usan en las películas de terror en momentos concretos de la narrativa, y el por qué la mayoría sucede en momentos de oscuridad.

También se comprobó que las películas de terror podrían evocar menos miedo si no fuera por su componente de sonido. Además, las respuestas fisiológicas pueden ser diferentes debido a la cantidad de estímulos sensoriales que uno está experimentando. Debido a la mayor cantidad de información sensorial producida por los estímulos audiovisuales, el cerebro tiene más que procesar y tiene el potencial de desencadenar mayores reacciones fisiológicas compuestas, es decir mayor miedo. Sin embargo, debido a que instintivamente estamos programados para evitar amenazas potenciales, independiente de que exista amenaza inminente, e incluso antes de su presencia visual, el estímulo auditivo puede provocar más respuesta de miedo que el mismo estímulo auditivo acompañando de una imagen. (Lima, 1990)

Sin embargo, crear un «jump-scare» que funcione puede ser más difícil de lo que parece, ya que la audiencia estará probablemente en alerta máxima por tales sustos durante la duración de la película de terror. El problema es que cuando nos exponemos a estímulos que producen miedo o ansiedad,  nos sensibilizamos a esos estímulos y reaccionamos con más fuerza a los estímulos posteriores. Por eso muchas historias de películas de terror comienzan con una fuerte apertura que sugiere la presencia de algún tipo de amenaza.

Se trata de una estrategia narrativa eficaz porque la sensibilización reduce el umbral del miedo (Dozier 1998). El miedo genera más temor y aumenta nuestra atención a las amenazas en el medio ambiente (Öhman 2008). Es decir, nos hacemos mucho más sensibles a los sustos, al miedo por la exposición constante al estimulo aversivo, así que a medida qua avanza la película nuestro umbral baja y estamos más expuestos a caer en un «jump-sacre».

Algunos tipos de música están diseñados para ser desagradables, ser percibidos negativamente y crear tensión, y hay muchos ejemplos de este diseño en el cine de terror. La música discordante se ha asociado con la actividad en diferentes regiones del cerebro a las que se encuentran al escuchar música armónica o agradable; estas regiones incluyen el giro parahipocampal derecho y el córtex orbitofrontal precuneus y bilateral (Blood et al., 1999) y puede sugerir que estas regiones están implicadas en la mediación de nuestra respuesta auditiva a algunos aspectos de la película de terror.

¿Qué tipos de películas de terror gustan más?

La estructura narrativa debe transportar al público, es decir, permitir al público proyectarse en el mundo ficticio y sentirse con y para los protagonistas. Reflejamos el terror de Danny en El resplandor (Kubrick 1980) y esperamos que escape del loco de su padre; sentimos pena y asco por el demonio poseído por Regan en El exorcista (Friedkin 1973); y estamos ansiosos con el agente Starling mientras investiga nerviosamente una oscura instalación de almacenamiento con una inestable linterna en El silencio de los corderos (Demme 1990).

Y aquí un punto importante, hay una diferenciación entre el terror sobrenatural i el terror psicológico. El sobrenatural implica algún tipo de violación de la ley física, normalmente encarnada o causada por algún tipo de ente sobrenatural como un monstruo o un fantasma misterioso. El terror psicológico, por otra parte, implica presentar amenazas y escenarios naturales (aunque inverosímiles) acerca del temor del personaje. Este busca más que generar la atención de altera del espectador, buscan que el receptor se identifique con el protagonista y por ello la empatía debe ser máxima.

Según los resultados aportados por compañeros cinéfilos en Instagram, aquellas películas de terror  que sus seguidores consideraron mejores eran las siguientes: IT, Insidous, Conjuring, The Ring, El exorcista, Psicosis, el Resplandor, La Cosa.

Si nos basamos en la teoría de la Transferencia de Excitación de Zillmann (1980,1996) el disfrute de las películas de terror deriva de la sensación de suspense. Cuando se resuelve una amenaza, nuestro efecto negativo (ansiedad) se convierte en euforia y el suspense termina. Al contario, si no hay suspense porque sabemos lo que va a ocurrir será reemplazado por temor. Y esto explicaría más aquellas películas de terror sobrenatural. En todas ellas, la historia se desarrollara de tal forma que creará miedo y ansiedad, elementos relacionados e importantes como he comentado anteriormente. Pero, si nos basamos en los resultados vemos que IT, Insidous, Conjuring, The ring, El exorcista, la cosa, y hasta el resplandor (aunque es ambigua, y también se clasificaría en terror psicológico) forman parte de este miedo sobrenatural. Es decir, fantasmas, criaturas extrañas acaban provocando mayor agrado. Esto podría ser debido a que lo inexplicable genera mayor suspense, provocando mayor curiosidad por parte del espectador. Además, la sensación de no control en lo que el ente sobrenatural puede realizar desmonta a nuestra córtex prefrontal, y por ello, este fenómeno puede aportar que el sistema anticipatorio (ansiedad) aumente buscando las diferentes posibilidades de peligro. Las únicas indicadas como terror psicológico serían Psicosis y el Resplandor pero vemos que en ellas si se cumple todo el esquema de suspense de Zillmann. Acabamos entendiendo y empatizando con la historia. Contrariamente, como veréis a continuación no son las películas que generan mayor miedo según la otra encuesta.

Un punto importante en las películas de terror de temática sobrenatural, es que suelen alejarnos de las formas humanas, y se centran en monstruos o asesinos con máscara como el payaso de IT. Somos extremadamente rápidos para detectar una cara enfadada en una multitud de caras neutras, mucho más rápidos que para detectar una cara feliz en una multitud de caras neutras, como han demostrado diferentes experimentos de laboratorio (öhman, Lundqvist y Estevez, 2001) porque una cara enfadada podría ser una amenaza. Por eso, muchos monstruos de terror humanos tienen las caras distorsionadas o llevan mascaras, por ejemplo Michael Myers.

En esta siguiente gráfica muestro los resultados de la encuesta en mi cuenta de Instagram donde vemos que las películas elegidas son de tipo sobrenatural (fantasmas, extraterrestres, aliens, depredadores…) :

 

¿Por qué nos gustan las películas de terror?

Según la mini encuesta realizada en Instagram un  75’3% han indicado que les gustan las películas de terror y un 24,6 no les gusta.  Hay muchas variables que intervienen en el disfrute en la visualización de estas películas. Pero hay un factor que si puede influenciar, la exposición a ellas. Es decir, cuanto más nos exponemos a estas películas menos miedo sentiremos finalmente. Este fenómeno en psicología se llama habituación, y se define como el decremento de la respuesta de un organismo a un estímulo, en otras palabras, es el proceso por el cual dejamos de responder a aquello que no es relevante. Nuestra amígdala, zona que regula el miedo, se acostumbra a esos estímulos provocando habituarse a estos y reaccionar de forma menos potente.

Esto también explicaría que los espectadores necesiten mayores efectos, es decir, es como el drogadicto que necesita dosis más altas, necesitamos estímulos emocionales más novedosos para no disminuir su efecto. Esto podría dar respuesta a  por qué el contenido audiovisual ha ido incrementando con los años la intensidad de sus contenidos para satisfacer a su audiencia, sea en violencia con batallas más numerosas y sangrientas, o asesinos en serie más crueles.

Tal y como he contado en el anterior post, el famoso tren de los hermanos Lumiere que provocaba auténtico pavor entre los espectadores de la época, hoy en día seria una secuencia que pasaría sin generar ningún tipo de temor. Esto mismo ha pasado con las secuencias violentas, de pequeños tiroteos en las películas de western clásico a balas ralentizadas entrando en los órganos y salpicando sangre en la pantalla.

En conclusión, cuanto mayor es la exposición a este tipo de cine menor es el miedo y la ansiedad producida. Otro punto interesante, el disfrute del cine de terror también puede verse influenciado por la preparación. Cantor et al (1984) descubrieron que al proporcionar a los sujetos información sobre los tipos de acontecimientos que están a punto de ver en cuatro películas de terror aumentaba el grado de miedo y malestar que experimentaban. Esto implica que cuando entramos en la sala de cine sabemos que nos vamos a asustar y por ello, vamos condicionados y predispuestos a hacerlo.

Y finalmente, algunos estudios lo asocian con el tipo de personalidad. Aquellas personas que gestionan mejor el estrés y están abiertas a la búsqueda de nuevas emociones, por tanto, buscan incrementos de adrenalina serían consumidores más habituales de películas de terror. Pero como he indicado anteriormente, hay múltiples variables y el análisis podría ser infinito.

BIBLIOGRAFÍA

Alegre, Sara Martín. 2001. “Nightmares of Childhood: The Child and the Monster in Four Novels by Stephen King.” Atlantis 23 (1):105–114.

Clasen, Mathias. Why Horror Seduces (p. 165). Oxford University Press. Edición de Kindle.

¿Qué piensas del artículo?

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

No hay comentarios aún.