“El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro”—Woody Allen
En este post «Asustar al cerebro- Películas de Terror» me gustaría hablar de los procesos cerebrales implicados durante la visualización de una película de terror. Para esto, en Halloween hice una mini investigación desde mi Instagram: Tres cuentas gestionadas por personas muy cinéfilas me facilitaron los resultados de sus encuestas acerca de aquellas películas de terror que gustaban más a sus seguidores. Y lancé dos preguntas en mi cuenta @miss.friki: ¿Te gustan las películas de terror? Y ¿Cuál es la película que más miedo os ha dado en la vida?
Tengo que agradecer a @cinemart.1 , @aventurabooks , @peliadiction por facilitarme los resultados de sus encuestas y a todos los que han participado respondiendo. Estas preguntas no eran simplemente por casualidad, quería saber el grado de atracción de estas películas y relacionarlo con las teorías existentes que lo justificarían. Además, gracias a las respuestas de la segunda pregunta pude sacar dos líneas interesantes: la clasificación de las respuestas según el subgénero que produce mayor miedo, y una variable que ha surgido en muchas respuestas y que yo no había contado con ella, la edad de la visualización de la película. Muchos indicaron que aquella película que les dio más miedo se produjo en la infancia. Por tanto, esto será un punto que explicaré a continuación, ¿Por qué aquellas películas que vimos de pequeños nos dieron más miedo que cuando las vimos de adultos?
Y finalmente, a través del análisis de datos con las respuestas de las cuentas de estos tres compañeros cinéfilos, expondré la posible relación entre aquellas películas que nos producen mayor agrado con aquellas que generan mayor suspense. Para esto, debido a que el tema es bastante amplio lo dividiré en dos posts.
Así que antes de empezar con el análisis, ¿Qué es el miedo?
El miedo como adaptación al entorno y supervivencia
Según Panksepp (1992), la experiencia emocional surge en última instancia de “sistemas neuro simbólicos antiguos del cerebro que promueven la supervivencia”. Por tanto, el sistema del miedo permite a los animales huir de posibles eventos peligrosos.
El cine de terror tiene como objetivo activar estos profundos y antiguos mecanismos de defensa del cerebro; Lo hace activando circuitos supersensibles de detección de peligros que tienen sus raíces muy atrás en la evolución de los vertebrados, circuitos que evolucionaron para ayudar a nuestros antepasados a sobrevivir en ambientes peligrosos.
Y en este punto, los humanos tenemos una predisposición adaptativa para encontrar placer en la fantasía que nos permite experimentar emociones negativas a altos niveles de intensidad dentro de un contexto seguro. Es decir, la imaginación, los videojuegos, las historias relacionadas con el miedo nos ayudarían a entrenar la capacidad de activación de defensa. Y esto es lo que nos ofrece las películas de terror.
Visionar, leer, imaginar o jugar a narrativas de ficción relacionadas con el terror ayuda a entrenarnos de forma indirecta a situaciones similares amenazantes, esto se basa en la experiencia vicaria, no hace falta vivir algo para aprenderlo, también lo aprendemos viéndolo Así que, gracias a prepararnos a eventos terroríficos actuaríamos mejor delante de estas situaciones similares. Ya sabéis que hacer si os aparece un hombre con una sierra mecánica y una máscara en casa. 🙂
¿Qué le pasa a nuestro cerebro cuando miramos películas de miedo?
En relación a lo citado anteriormente, esa capacidad de almacenar situaciones similares, se asocian a la intervención de dos zonas concretas del cerebro: el Hipocampo y la amígdala. Investigadores de la Universidad de California, Riverside, demostraron que la formación de la «memoria del miedo» implica el fortalecimiento de las vías neuronales entre dos áreas del cerebro: el hipocampo, que responde a la memoria a largo plazo y a asociar un contexto particular, a codificar ese evento, y la amígdala, que desencadena un comportamiento defensivo, incluidas las respuestas de miedo. Podéis leer el estudio aquí.
Esto indica, que vamos creando un pequeño almacén de situaciones, eventos, personas, etc. que nos provocan miedo y quedan dentro de la «memoria del miedo«, asociándolo con un contexto, que implica el fortalecimiento entre estas conexiones. Por ejemplo, si vamos a cruzar de noche por un cementerio, el hipocampo activará un recuerdo vivido o todas aquellas escenas que has visualizado donde zombies salen de noche de sus tumbas, incluido el videoclip de Michael Jackson de Thriller, y tu amígdala se despertará haciéndote sentir incómodo y asustado, y finalmente acabarás evitando el camino del cementerio.
Doble vía de procesamiento
Nacimos para ser temerosos, estar alerta, y pensar en posibles peligros, pero no hay que olvidar una mirada biocultural debido a que muchas de las cosas que nos dan miedo vienen determinadas por aspectos socioculturales. Si bien las reacciones de miedo innatas preprogramadas son hereditarias, las respuestas de miedo adquiridas son el resultado de la capacidad de un organismo para aprender y recordar las señales asociadas con los peligros experimentados a lo largo de la vida.
Tenemos, un mecanismo innato y automático del miedo, que provienen de nuestra propia memoria evolutiva, en donde estímulos como las serpientes y las arañas eran un peligro común para la supervivencia de la especie. La ventaja de este mecanismo automático e inconsciente es la rapidez con la que el individuo puede reaccionar delante del ataque de un depredador. En momentos de peligro inminente, el tiempo de reacción puede suponer la supervivencia o la muerte para el individuo. Sin embargo, es una cuestión controvertida si se pueden obtener resultados similares con estímulos diferentes a los biológicamente relevantes, como pistolas o cuchillos, que son peligros de origen cultural (Öhman & Mineka, 2001).
Según un estudio realizado por Öhman y Mikeka (2001) los animales peligrosos (serpientes y tiburones) provocarían una actividad mayor en las regiones sucorticales de la amígdala que los objetos peligrosos (hachas y pistolas). Esto apoya la idea de que los estímulos evolutivamente amenazantes son procesados rápidamente por la amígdala y las zonas subcorticales. De forma contraria, los objetos que no están registrados como amenazadores evolutivamente serian registrados por un vía más lenta, que incluye la corteza cerebral. Es decir, si tienes una serpiente subiendo por la pierna rápidamente e inconscientemente actuaras empujándola, al contrario, si ves a tu vecino con un cuchillo acercándose, tu cerebro debe hacer un análisis más elaborado y por tanto el tiempo de reacción es mayor. Esta diferenciación en el proceso del miedo estaría mostrando la hipótesis de la doble vía del procesamiento del miedo.
Proceso CEREBRAL del miedo
Para ser más específicos en las áreas que intervienen delante de una situación de peligro, muestro el proceso de forma resumida:
- Tálamo: Decide donde enviar los datos sensoriales entrantes (de ojos, oídos, boca, piel)
- Córtex sensorial: interpreta los datos sensoriales.
- Hipocampo: almacena y recupera recuerdos conscientes; provoca conjuntos de asociaciones para establecer el contexto de lo que está ocurriendo, asociando estímulos con experiencias previas.
- Amígdala: decodifica las emociones; determina la posible amenaza.
- Hipotálamo: activa la respuesta «lucha o huida»
Como vemos, todo este proceso nos prepara para la acción. Este proceso, activa el sistema endocrino liberando epinefrina, norepinefrina y cortisol que excita los sistemas cardiovascular y respiratorio, y libera glucosa en el torrente sanguíneo, preparando al cuerpo para la acción física, para la reacción lucha-huida.
En un estudio en relación a la reacción de lucha o huida durante la visualización de una película, los participantes se sentaron en una sala de cine para ver «la matanza de Texas», mientras otro grupo visualizó un video neutral. Los datos mostraron aumentos significativos de la frecuencia cardiaca y la presión sanguínea en respuesta al grupo que vio «la matanza de Texas», en comparación con los que vieron la película neutra (Main et al, 2002). Por tanto, durante la exposición a la película los espectadores activan este proceso tal y como si estuvieran viviendo realmente la situación expuesta.
Además, la visualización produce efectos posteriores. Cantor (2004) pidió a los estudiantes que escribieran sobre sus experiencias con las películas de terror y analizó el valor de 3 años de los trabajos de los estudiantes (530 en total). Aproximadamente el 46% de la muestra reportó haber experimentado problemas de sueño después del evento y el 75% reportó haber experimentado ansiedad. Las cuatro causas más frecuentemente citadas de experiencias aterradoras fueron las películas, Poltergeist (5.5%), Tiburón (4.3%), Proyecto Brujo Blair (4.2%) y Scream (3.2%).
¿Pero entonces por qué no salimos corriendo en medio de la sala de cine si nuestro cerebro está activando el sistema de lucha o huida?
La gente se siente atraída por las películas de terror por su irrealismo (Griffiths, 2015). Las cualidades irreales incorporadas en las películas de miedo, permiten a los espectadores situarse a distancia del horror que están viendo y en su lugar disfrutarlo como entretenimiento. Además, la edad y la personalidad son factores subyacentes importantes que contribuyen a la motivación en ver una película de miedo (Johnston, 1995). Tal y como muchos me han indicado en la mini encuesta realizada en Instagram, la película que les dio mas miedo en la vida fue visualizada en la infancia. Después al volver a ver de adultos no les ha provocado ese miedo que experimentaron. Esto es debido a que en el cerebro de los niños el limite de imaginación y realidad no está tan diferenciado como en los adultos, por ello, aquello que están viendo parece ser más real y por tanto el miedo y la ansiedad se experimenta de forma mayor.
Rush W. Dozier, Jr. esboza el fundamento neurobiológico de esta paradoja y explica el procesamiento paralelo que tiene lugar en el cerebro cuando percibimos algo que parece peligroso pero que sabemos que es seguro. Y esto también tendría relación con el sistema de doble vía antes comentado, la emoción y la razón en lucha. Como dice Dozier, «hay una lucha constante entre nuestros lóbulos frontales y el sistema límbico para controlar nuestro comportamiento» (1998, 68) – una lucha constante entre los impulsos emocionales primitivos y la toma de decisiones racionales. Esto explicaría que aunque la amígdala se active durante la visualización de la película, y por tanto se inicie el proceso de lucha o huida, el córtex prefrontal inhibe la respuesta de salir corriendo, gritar o pegar a la pantalla.
Ejemplos del conflicto Mecanismo Límbico y Frontal
Darwin, en su libro «On the Expression of the Emotions in Man and Animal», describe esta siguiente experiencia que ilustraría este conflicto de los mecanismos prefrontales y racionales con mecanismos límbicos ante una respuesta de miedo. Darwin observaba una serpiente dentro de una jaula de vidrio, él sabía que la «placa de vidrio» lo protegería, pero a su sistema límbico no le importó cuando la serpiente se abalanzó hacia él e inmediatamente saltó hacia atrás. En su opinión, una serpiente que se acerca rápidamente es una serpiente que se acerca rápidamente, con o sin cristal. Las escenas de miedo particularmente logradas en una novela o película de terror, o una secuencia especialmente espeluznante en un juego de ordenador, funcionan de forma similar a las víboras de Darwin. Apuntan con éxito a los antiguos y evolucionados mecanismos de defensa. La ficción de terror, en otras palabras, funciona lanzando un cable en vivo a las antiguas estructuras del sistema nervioso central del público activando más los sistemas subcorticales que corticales.
Otro ejemplo, es que según cuentan, durante en la proyección de «La llegada de un tren en la estación Ciotat» de los hermanos Lumière, algunos espectadores se apartaban de sus sillas despavoridos, pensando que el tren de la pantalla les iba a arrollar. Seguramente, sabían que aquello no era un tren real, sino una proyección de luz en una pantalla, pero les ocurrió lo mismo que a Darwin. Parece suceder siguiendo la hipótesis de la doble vía propuesta por Ledoux y sus colaboradores (1999), como si dos mecanismos cerebrales funcionaran de forma independiente y en paralelo, uno racional le dice que no le ocurrirá nada debido al cristal, pero otro incontrolable con una fuerza mayor y más rápida, te aleja automáticamente del peligro. Por este motivo, en las películas de terror es elemento indispensable que las emociones predominen por encima de la razón, para hacerte creer lo que estás viendo, y para ello la narración y el suspense son elementos básicos. Y esto explicaría los «jump-scare» durante la visualización.
En el próximo post, hablaré de que mecanismos fílmicos se utilizan para que activen la parte subcortical en las películas de terror, comentaré que películas habéis indicado como aquella que os ha producido mayor miedo en la vida, y aquellas que os gustan más, y por qué nos agradan o no estas películas.
Bibliografía
- Bailey, Jason. «The Psychology of Scary Movies.» Flavorwire, October 27, 2016, http://flavorwire.com/592727/the-psychology-of-scary-movies.
- Dozier, Rush W. Jr., Why We Hate (Chicago: Contemporary Books, 2002).
- Guarino, Ben. «How Jumps Scares Actually Work.» Inverse, October 28, 2015, https://www.inverse.com/article/7531-the-unexpected-physiology-of-jump-scares.
- Kristeva, Julia. Powers of Horror: An Essay on Abjection. Translated by Leon S. Roudiez, New York: Colombia University Press, 1982, http://users.clas.ufl.edu/burt/touchyfeelingsmaliciousobjects/Kristevapowersofhorrorabjection.pdf.
- Kounang, Nadia. «What is the Science Behind Fear?» CNN, October 29, 2015, https://www.cnn.com/2015/10/29/health/science-of-fear/index.html.Clasen,
- Mathias. Why Horror Seduces (p. 25). Oxford University Press. Edición de Kindle.
1 Comentario