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«La adolescencia es el permiso de la sociedad para combinar la madurez física con la irresponsabilidad psicológica.» (Terri Apter)
ATENCIÓN: CONTIENE SPOILERS.
En este post hablaré sobre Adolescence (Adolescencia), la serie de Netflix que ha marcado tendencia en 2025. Protagonizada, coescrita y producida por Stephen Graham, esta miniserie británica sigue la historia de Jamie Miller, un adolescente detenido por el asesinato de una compañera de escuela. Más allá de su impactante trama, la serie destaca por su innovadora narrativa: cuatro episodios rodados en plano secuencia, sin cortes ni edición, lo que supone un desafío tanto técnico como interpretativo. Sin embargo, en este post me centraré en ¿De qué manera el cerebro adolescente influye en la percepción del mundo y conduce a la impulsividad, llevando a tomar decisiones de riesgo? ¿Cómo se refleja esto en el personaje de Jamie Miller?
Los adolescentes no son ni niños ni adultos; están en una transición en la que su forma de percibir la realidad y responder a ella está influenciada por un cerebro en construcción. Este proceso de maduración se extiende hasta aproximadamente los 21 años y afecta especialmente a regiones clave como el sistema límbico, relacionado con las emociones y el sistema de recompensa (la obtención de placer, de bienestar), y el córtex prefrontal, responsable del autocontrol, la toma de decisiones y la regulación emocional (Miguel-Hidalgo, 2013; Nosarti, 2013). Por esto, los adolescentes son más propensos a:
- Actuar por impulso.
- Malinterpretar señales sociales y emociones.
- Involucrarse en accidentes y peleas.
- Asumir riesgos peligrosos.
Y son menos propensos a:
- Reflexionar antes de actuar.
- Considerar las posibles consecuencias de sus acciones.
- Modificar comportamientos riesgosos o inapropiados.
Jamie tiene 13 años, lo que lo sitúa en la adolescencia temprana (de los 10 a los 14,), en esta fase se comienza a construir su autoconcepto y autoestima. La autoestima se refiere a la valoración que una persona hace de sí misma, mientras que el autoconcepto engloba tanto esa valoración como la percepción que tiene sobre su identidad (Lui, Wu y Ming, 2015). Por eso, la búsqueda de identidad y validación externa es clave en esta etapa (Cai, Wu, Luo y Yang, 2014; Piko, Varga y Mellor, 2016). Un ejemplo claro de esta necesidad de aceptación se ve en la escena con la terapeuta, cuando Jamie le dice: «Dime que te caigo bien», reflejando su profunda inseguridad y deseo de reconocimiento. Vemos esta necesidad de la búsqueda de una identidad en la serie cuando reflejan cómo ciertos grupos influyen en la construcción de la identidad de los jóvenes. Jamie, con su autoestima fracturada, busca desesperadamente su lugar en el mundo, y lo encuentra, de manera errónea, en los rincones más oscuros de internet. Se ve atraído por la comunidad incel, un grupo misógino que rechaza a las mujeres y fomenta ideas de resentimiento y violencia.
La sensación de pertenencia a un colectivo le otorga una falsa seguridad, sin que llegue a cuestionar la moralidad de lo que ese grupo representa. Adolescence no solo explora cómo la adolescencia influye en la toma de decisiones, sino que también nos invita a reflexionar sobre el papel del entorno en la construcción de la identidad. Los bajos niveles de autoestima (como en el caso de Jamie) y los sentimientos de inferioridad han sido relacionados con la aparición de conductas impulsivas, antisociales y violentas (Alarcón Parco y Bárrig Jó, 2015; Auerbach y Gardiner, 2012; Donnellan et al., 2005). Esto explicaría, entre otras causas, porque Jamie llega a ese límite. ¿Qué otras causa son las que intervienen? Veamos a continuación como el cerebro de un adolescente se desarrolla.
El cerebro adolescente, el cerebro de Jamie: una bomba a punto de estallar

Desarrollo del córtex prefrontal y la impulsividad
El córtex prefrontal es una de las áreas del cerebro que más tarda en madurar y desempeña un papel fundamental como mediador entre las emociones y el contexto social. Regula la inhibición emocional y facilita la toma de decisiones racionales. Nos ayuda a saber comportarnos en el mundo, a asimilar ciertas situaciones y a valorar nuestras decisiones de forma racional. Estudios de resonancia magnética funcional han demostrado que el cerebro madura de atrás hacia adelante, lo que implica que las estructuras más primitivas—como el sistema límbico, vinculado a la emoción y la recompensa—se desarrollan antes que aquellas encargadas del pensamiento lógico y la planificación (Bechara, Damasio & Damasio, 2000).
En la serie Adolescence, el cerebro de Jamie actúa como un campo de batalla entre la impulsividad y la lógica. Su córtex prefrontal, esa parte del cerebro encargada de planificar, controlar y prever las consecuencias de sus actos, aún está en construcción. Imagina que el cerebro de Jamie es como una carretera llena de baches: la señalización (su capacidad de autocontrol) es borrosa y el camino (sus decisiones) se vuelve errático. Esto lo lleva a decisiones rápidas y a menudo peligrosas, como un conductor que no ve bien las señales de tráfico. La impulsividad se apodera de él, tomando el control en situaciones que deberían ser racionales, porque la parte de su cerebro encargada de frenar esos impulsos todavía está en obra. Y mientras su cerebro se sigue formando, las emociones, como un viento fuerte, empujan con más fuerza que el freno de su lógica.
Cambio en el sistema límbico y la intensidad emocional
La amígdala en la adolescencia es como una alarma de incendios hipersensible: cualquier chispa puede hacerla sonar con fuerza, aunque no haya un incendio real. En esta etapa, el cerebro aún está aprendiendo a distinguir entre amenazas reales e imaginarias, y la amígdala—esa pequeña pero poderosa estructura en lo profundo del sistema límbico—reacciona con intensidad ante el miedo, la ira o la frustración. Al mismo tiempo, la corteza prefrontal, que debería ser la voz de la razón, aún no está completamente desarrollada. Es como si el cerebro adolescente tuviera un acelerador emocional muy potente, pero frenos que aún no responden del todo bien.
En Adolescence, Jamie es un ejemplo vivo de este desequilibrio. Su amígdala está en modo de alerta máxima, interpretando cada burla, cada mirada y cada rechazo como un peligro inminente. Como un soldado en una guerra invisible, reacciona con intensidad, ya sea con ira, con aislamiento o con impulsos que no puede controlar. La serie retrata este proceso con crudeza: Jamie no es simplemente «impulsivo» o «problemático», sino que está atrapado en un cerebro que lo empuja a sentir cada emoción con una fuerza desbordante.
En su mundo, donde el acoso y la presión social están siempre presentes, su amígdala no tiene descanso. Sin el apoyo adecuado, su cerebro sigue encendiendo alarmas, dejando a Jamie sin herramientas para apagar el fuego. Su historia nos recuerda que la adolescencia no es solo una cuestión de rebeldía o malas decisiones, sino un período en el que el propio cerebro se convierte en un campo de batalla entre la emoción y la razón. Por ello, el entorno social, educativo y cultural juega un papel determinante, el contexto y la educación pueden potenciarlas o mitigarlas.
El estrés y el sistema de recompensa
En Adolescence, el sistema de recompensa cerebral juega un papel clave en la impulsividad y las decisiones de Jamie Miller. Durante la adolescencia, este sistema, regulado por la dopamina, se vuelve especialmente sensible, lo que hace que los jóvenes sean más propensos a buscar gratificación inmediata y experimentar intensamente las emociones. Vemos cómo Jamie se siente atraído por la comunidad incel debido a la sensación de pertenencia y validación que le ofrece. Su cerebro, aún en desarrollo, prioriza la recompensa social por encima de la reflexión a largo plazo, lo que refuerza su adopción de ideologías extremas sin cuestionarlas críticamente. Además, el bullying que sufre en la escuela activa su sistema de amenaza, aumentando su estrés y reduciendo su capacidad para tomar decisiones racionales. La falta de apoyo emocional en su entorno agrava esta situación, dejándolo aún más expuesto a influencias negativas. La serie ilustra de manera cruda cómo el desequilibrio entre un sistema de recompensa hiperactivo y un córtex prefrontal aún inmaduro puede llevar a los adolescentes a conductas impulsivas y, en algunos casos, peligrosas.

La psicología del crimen de Adolescence ¿impulsividad o frialdad calculada?
El aumento de la agresividad durante la adolescencia sigue un patrón que ha sido descrito como la «curva del crimen»: las conductas agresivas de poca importancia en la infancia disminuyen en esta etapa, pero al mismo tiempo emergen comportamientos antisociales más graves, que luego tienden a reducirse en la adultez temprana (Tremblay, 2000). Este fenómeno se refleja en Adolescence, Jamie exhibe una clara dificultad para manejar su ira y frustración. En una sesión con su psicóloga, su inestabilidad emocional es evidente, mostrando respuestas impulsivas y dificultades para aceptar su responsabilidad. Además, la serie sugiere que la impulsividad de Jamie podría estar influenciada tanto por factores ambientales como por predisposiciones genéticas. Su padre también muestra conductas impulsivas en ciertos momentos, lo que sugiere una posible transmisión de este rasgo a nivel biológico. A esto se suman elementos externos como el bullying, el impacto de las redes sociales y la dinámica con sus compañeros, que refuerzan su vulnerabilidad emocional.

La impulsividad lleva a una predisposición a actuar de manera rápida y sin considerar las posibles consecuencias negativas, tanto para uno mismo como para los demás. Este es el caso de Jamie en el momento del crimen: su intención inicial era hacer una «broma» o dar un «aviso» a la víctima, pero tras recibir un insulto o una humillación, reacciona de forma descontrolada y violenta. Sin embargo, tras el asesinato, Jamie toma decisiones racionales y estratégicas:
- Se deshace de su ropa, excepto de las zapatillas, porque son caras y de buena calidad.
- Oculta el arma homicida, lo que indica una cierta conciencia de las consecuencias.
- Niega haber cometido el crimen y no muestra signos de culpa o arrepentimiento.
Estos comportamientos sugieren que, aunque el acto violento haya sido impulsivo, hubo un proceso posterior de pensamiento racional. Otro detalle relevante es su estrategia para acercarse a la víctima. En un momento de la serie, Jamie menciona que intentó salir con ella cuando estaban circulando fotos comprometedoras suyas en la escuela. Sabía que era un momento de vulnerabilidad para ella y pensó que así sería más fácil que ella aceptara. Este tipo de razonamiento es característico de individuos con una capacidad estratégica para manipular a los demás. Los psicópatas, por ejemplo, suelen aprovecharse de las debilidades ajenas para obtener algún beneficio.
Si bien la serie no proporciona suficientes elementos para un diagnóstico clínico preciso, su comportamiento posterior al crimen sugiere la posibilidad de rasgos antisociales. La falta de arrepentimiento, la planificación encubierta y la manipulación de situaciones vulnerables son indicios de una personalidad que, más allá de la impulsividad adolescente, podría estar relacionada con un trastorno de mayor gravedad. Hay un momento muy evidente cuando le dice a la psicóloga que en el momento del asesinato “podría haber abusado de ella, otro lo hubiera hecho, pero no lo hice”… Muy determinante para ver que no está en condiciones estables.

¿Qué nos muestra Adolescence?
En resumen, Adolescence refleja cómo los cambios en el cerebro adolescente —desde la impulsividad y la búsqueda de sensaciones hasta la lucha por encontrar identidad y aceptación— influyen en el comportamiento, especialmente en Jamie, quien actúa de manera impulsiva y violenta debido a su desarrollo cerebral incompleto y su contexto social. La serie ofrece una visión profunda de cómo estos procesos cerebrales pueden moldear las decisiones de los jóvenes durante una etapa crítica de su vida, si se encuentran en situaciones ambientales que lo fomentan y si tienen predisposición a mayor impulsividad por motivos hereditarios.
El creador de la serie plantea una reflexión poderosa: “Se necesita un pueblo para criar a un niño. También se necesita un pueblo para destruir a un niño, y Jamie ha sido destruido”. «Lo está destruyendo un sistema escolar que no lo ayuda. Lo están destruyendo sus padres, que no lo ven realmente. Lo están destruyendo sus amigos, que tal vez no lo contactan como él necesita. Lo están destruyendo su propia química cerebral y las ideas que ha consumido. Todos estos elementos están en juego.» Su cerebro adolescente, ya de por sí en un estado de vulnerabilidad debido a los cambios neurobiológicos, se encuentra inmerso en un entorno que no le ofrece el apoyo necesario. Su destrucción es el resultado de múltiples factores:
- El sistema escolar, que no responde a sus necesidades y lo deja desprotegido frente al bullying.
- Sus padres, que, aunque presentes, no lo ven realmente ni entienden su angustia.
- Sus amigos, que no logran conectarse con él de la manera que necesita.
- Su propia química cerebral, que lo empuja a respuestas emocionales intensas y a la búsqueda de recompensas inmediatas.
- Las ideas que ha consumido, que refuerzan su percepción de la realidad y sus acciones.
Sin embargo, Jamie no encuentra esa red de contención. En lugar de ayudarlo a construir un sentido de estabilidad, su entorno contribuye a su colapso. El cerebro adolescente está diseñado para adaptarse y evolucionar, pero su desarrollo no ocurre en el vacío. Jamie es el reflejo de un proceso biológico en constante cambio, influenciado y moldeado por el mundo que lo rodea. Y en su caso, ese mundo lo ha llevado al borde de la destrucción.
BIBLIOGRAFÍA
- Calero Mora, D. (año). Impulsividad y autoestima en relación con la violencia escolar en adolescentes [Archivo PDF]. Universidad de Murcia. Disponible en: http://hdl.handle.net/10201/72601
- Revista General de Derecho Penal. (2024). El cerebro adolescente. Revista General de Derecho Penal, 42. Recuperado de https://www.ub.edu/neuroedu_temp/wp-content/uploads/articles/EL-CEREBRO-ADOLESCENTE-Revista-general-de-Derecho-Penal-42.pdf
- Oliva, A., & Antolín, L. (2010). Cambios en el cerebro adolescente y conductas agresivas y de asunción de riesgos. Universidad de Sevilla. Disponible en : https://doi.org/10.1174/021093910790744563
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